Reina de la tragedia, juegas con mi mente, desordenas mi vida... Me devora tu ego, me absorbe tu poder de convicción. Alimentandote de mí, robándome todo lo que tengo. Dejándome completamente desnuda ante ti, ante todos. No tienes ningún reparo en desposeerme de todas mis armas, dejandome a merced de tu ejercito y pese a que yo no me rindo, siempre haces mella en mi escudo. Retrocedo uno, dos... tres paso y casi estoy al limite del abismo, casi me rindo ante ti. Otra vez.
No hago mas que repetir mis errores, ponértelo siempre tan fácil. A veces me pregunto porqué lo hago... Y la respuesta es tan obvia que duele solo de pensarlo.
Todo el mundo tiene miedo a estar solos... el temor a acostumbrarnos a alguien y que esa persona nos deje de un día para el otro. Aunque esa persona te desprecie, de alguna manera echas de menos como te sentias con ella y ese sentimiento es mas notorio cuando nada a tu alredor es capaz de calmar el panico a la soledad. Estamos tan asustado ante esa idea que si algún día tú dejaras de hacerme daño, de estar ahí... Por mucho dolor que me hayas causado iría corriendo a buscarte, abrazándome a ese dolor que me causas, arañando mi piel para abrir viejas heridas, hundiéndome en ti hasta que no me quede aire en los pulmones.
Quiero acabar con ese sentimiento. Ser dueña del juego, de mi mente. De mi vida. Mirar atrás y no arrepentirme de haber sido yo la primera en dejarte. Apuntar al cielo con mis ojos y vislumbrar el atisbo de un futuro incierto. Dejar volar mi imaginación, no vacilar jamas ante ti. Vestir mi armadura, cargar mis armas y dar tantos pasos hacia delante como yo misma me proponga.
No tengo miedo de admitir que te quiero. Que te he querido. Y que te querré siempre. Es esta determinación la que mas me impulsa a seguir adelante. Aunque hasta ahora solo he estado esquivando esa verdad tan dolorosa como tu rechazo.
He caído una vez mas dentro de tu juego, pero es hora de que yo mueva la primera pieza.
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